Pasan las horas aletargadas, balanceándome en la tela de araña tejida de deseos y anhelos, mientras, abro la ventana esperando noticias tuyas en el rumor del viento.
La mente despierta, los ojos cerrados escuchando despuntar el día en el aleteo nervioso de los árboles, en la luna escondida entre las nubes, jugando al despiste, mientras se pierde poco a poco hasta alcanzar otra noche, -la tuya-, tu cabeza en la almohada, ¿quién sabe?, quizás me sueñes.
Aquí, ya empezó la mañana, el sol se muestra perezoso y avanza lentamente, no así los años, que se apelotonan rápidos, impúdicos en mi piel, tiñéndome de escarcha y surcos nuevos.
Empezar otro día arrastrando los pies tras el insomnio, dejando que el sol que tú me envías, me acaricie y me envuelva como hizo contigo hace unas horas, como acarició tu cuerpo y tu cara. Y me tumbo en la playa con los ojos cerrados, sintiendo el susurro de la brisa, que me trae tus palabras.