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domingo, 29 de mayo de 2016

Detrás del muro

Tras el día de risas, temblando el sol en el asfalto, guiñando los ojos lastimados por sus rayos, entonando canciones e inventando las letras, casi sin darnos cuenta; se vistió de sombras y luciérnagas el cielo.
No deslumbraban las luces de los coches, la carretera dormía tan solo acariciada por mi vista,
Los párpados pesados anunciaban sueños perdidos en la bruma de la noche, desdibujando los carteles de la carretera, anunciando un obligado descanso. Y allí, en medio de no se sabe dónde, sin pueblo, sin aldea; un descampado, un muro y silencio.
El sueño profundo por abrigo, el coche apagado, la respiración pausada y...,paz.

En la profunda calma se alternan cantos de grillos, con un coro de palabras mecidas por el viento, voces pidiendo una plegaria, llorando por lo no vivido, y ladridos a lo lejos.

Un rayo hiriendo los párpados cerrados, el piar de los pájaros; un estremecimiento.

Ya es de día, desperezo el cuerpo saliendo del coche, pensando en la noche apacible, tranquila, en el roce del viento.

Por aquí no pasa nadie, solo yo en la explanada, al lado del muro, ¡ hacia tanto que no dormía tan profundo !

La paz que se respira, de repente me inquieta, y al mirar hacia arriba, veo cipreses dándome los buenos días.
Ya entiendo el silencio y el acariciar del viento.

Sonrío, ¡ estoy viva ! y aún así, esta ha sido mi primera noche en un cementerio.

viernes, 20 de mayo de 2016

Silencio

Hay un precioso día de sol allí afuera, pero ese cuerpo tiembla de hambre, y un ópalo delgado cubre los huecos de salitre.

Tímido ser disfrazado de sonrisas, pequeño e insignificante, ( solo es una vida ).
Y sabe que es más fuerte de lo que los demás piensan , se sabe con poder, - pues dio luz en otro tiempo - y escapó del infierno que quemaba sus alas, pero la soledad, las ansias desbordantes de amar y ser amada, convirtieron en esclava de suspiros sus arrestos de lucha, su batalla se perdió en las palabras, que parecían cobijo de intemperie.

Ahora famélica de abrazos y miradas , deambula en la noche eterna de sus días, mirando las estrellas, imaginando historias, voces grabadas en su recuerdo, y tiembla de nostalgia.

Tiñe sus canas de ilusiones, y sale luciendo una sonrisa, - como cuesta mostrar felicidad cuando el alma llora desbordada -.en silencio, sin poder compartir lo que bulle muy dentro, en esa caja oculta de deseos y fantasías.

Hay un sol radiante invitando a dejar la tristeza, pero ya han hecho efecto las bolitas coloreadas de la caja,  la mente se nubla y los ríos de mar se secan en sus violáceas ventanas; las cierra al mundo, hasta otro día, sabiendo que al llegar de nuevo los que no escuchan sus silencios, y no leen en su mirada, empezará de nuevo el equilibrio roto solo por la sed de respuesta.

Pensar en vidas huecas, pintadas de sonrisas, no consuela..., pero el mundo está lleno de enclenques disfrazados de opulencia, de aniversarios y fotos de recuerdos, para llenar los espacios en blanco del silencio, silencio, silencio.



viernes, 13 de mayo de 2016

Puertas abiertas

A veces, no es la distancia ni la falta de tiempo lo que nos aleja, sino el deseo inconsciente de no revivir el pasado, lo que convierte esa distancia en infranqueable.

Hace ya algunas horas que llegué, no quise avisar a nadie de mi visita, necesitaba mi propio espacio, mi silencio y soledad para reencontrarme con lo inanimado, con todo aquello que solo yo, puedo abrazar. Con el empedrado irregular de esta calle, que me vio correr, caerme, llorar y reír, en un tiempo tan lejano que parece ser solo un producto de mi imaginación.

Las ruedas de mi maleta no están hechas para este pavimento desigual y desgastado. A trompicones, la arrastro calle arriba, el ruido que provocan sus maltratadas ruedas, hacen que me sienta intrusa entre estas piedras silenciosas.
Y aquí, delante de mí, la puerta, de esas que ya no se encuentran, potente, robusta y pesada, de dos hojas, con su enorme cerradura, - me costó abrirla-, y apunto estuve de gritar pidiendo ayuda, - más de quince minutos he tardado en conseguir que la llave girara en la cerradura -, pero por fin cedió a mi cabezonería.

Todo está oscuro, e inquietantemente silencioso. Tras unos segundos de duda me decido a entrar. En el zaguán cierro los ojos, y al momento , el olor a café me envuelve, - ese café de pucherillo, rebajado con un generoso chorro de leche condensada -, mi estómago se queja, y cierro la puerta tras de mi.-

Saco la linterna de mi bolso, - la luz no funciona -, y me dirijo a la escalera.
Llevo más de dos horas recorriendo la casa, aquí, en esta vieja cama sin colchón, donde pasé mi niñez, sigo absorta en este silencio que solo rompen el piar de algunos pájaros, - deben haber anidado en el alféizar de alguna ventana -.

Sentada en el viejo banquito que hay a los pies de la cama, veo filtrarse la luz de la calle por las grietas de los porticones de madera que cubrían los ahora extintos cristales, que en algún momento desaparecieron, - seguramente fruto de las pedradas de algún desocupado e insensible gamberro -.
Paso la mano por el cabezal de la cama, y noto, como lo único que allí se acumula, - además de mis recuerdos - , es polvo, y este flota entre los rayos del sol, que se empeñan en iluminar la oscuridad casi perpetua de esta casa. El polvo flota, parece danzar en los rayos cálidos, e intento tocarlos con mis manos. Las diminutas moléculas saltan, vuelan, danzan entre el sol y mis dedos, y yo..., me decido. Abro una ventana, despues otra, y otra, intento salir al maltrecho patio, comido de hierbas, - me araño las manos empujando la chirriante puerta -. esta, parece no querer rendirse a mis intentos, es como si unas manos invisibles hicieran fuerza, pero yo empujo, busco esas manos, encontrando la causa a tanta resistencia, - las malas hierbas - , y como una salvaje, las arranco, a puñados, con rabia, - nada va a impedir que salga a este patio - , que limpie esta tierra, y plante las semillas que durante tantos años, atesoré en mis recuerdos - . Semillas de rojo amapola, (libres por el campo), de margaritas (me quiere, no me quiere), de rosas con espinas, como en el amor, como en la vida.

Ya he abierto las puertas, el aire borra generoso el olor a rancio. Es dura la reconstrucción, el trabajo por devolver a la vida lo que estaba medio muerto, pero, si, se puede.

Entra el sol, las puertas, ya están abiertas.





miércoles, 4 de mayo de 2016

En la calle

En esta calle angosta en la que vivo, el sol se muestra tímido, y casi por descuido filtra sus rayos al mediodía, rozando suavemente los balcones, y las plantas que en ellos viven giran sus caras hacia él, agradecidas por tan sutil y furtiva caricia.

El trasiego diario de ánimas sin nombre, va desgastando el suelo. - es curioso -, tanta gente hacinada en tan poco espacio, como nidos en el aire, igual a pájaros en jaulas, todos piando con distintos trinos, sin conocerse, sin mirarse a los ojos.

Pero a esta calle del anonimato, hace unas semanas, llegó un nuevo inquilino, no paga alquiler, ni agua, ni luz, - vive en otro mundo -.
Tres metros antes de llegar a mi portal, a mano derecha, hay un hueco grande en la pared, pertenece a un local cerrado hace mucho, y allí él ha instalado su casa, entre cartones y una raída manta gris, que hace juego con su pelo, y seguramente con su historia.

Esta noche no hay luna, y al salir del trabajo las calles se mostraban tristes, casi vacías, al girar la esquina, a lo lejos, un baile de destellos se reflejaba en los edificios, apreté el paso para ver qué ocurría, pero cuando llegué, las luces naranjas ya volaban, dejando olvidados en aquel hueco, la manta gris y los cartones medio chamuscados por el fuego, que algún desaprensivo había prendido.
En la calle un corro de vecinos, de boca en boca un nombre, José, - el indigente -. Y el durmió esa noche, - la última - a cubierto, en una cama limpia.

Las noticias, hablaron de su muerte, de la brutalidad y la ceguera, del mirar hacia otro lado, de unos gobernantes corruptos que solo ven números, y no personas.

Pasan los días, las lágrimas vertidas por José se evaporaron.

Pero yo sigo viendo; tres metros antes de llegar a mi portal, a mano derecha, un hueco grande en la pared.