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sábado, 27 de febrero de 2016

Pasos de baile

Hay muchas penas que el tiempo hace olvidar pero hay huellas, que ni un siglo han de borrar como duelen...- Escucho a Machín, y vuelvo al comedor del piso donde pasé gran parte de mi juventud-,Antonio Machin, mezcla heterogénea con Gardel, Strauss, los Machucambos ...Y, aquellos pasos de baile, hijos de la ignorancia, la invención, y la alegría de la vida, aquellos pasos de baile, hijos de los domingos y el chocolate con churros, más un aperitivo mientras se terminaba de hacer la comida. La sobremesa jugando a las damas, y explorando el tablero de ajedrez.

Los veranos en el merendero de la playa, con la jarra de sangría, dejando volar las risas, haciendo castillos de arena que el aire o algún niño travieso destruían.

Ya no tengo discos de vinilo, los sustituyeron los CD. Bailé los pasos inventados también para el acordeón y los valses, girando con mis hijos en brazos, hasta que apoyaron sus pies sobre los míos, -como tu me enseñaste-.

Ahora, casi no escucho música de C.D. el ordenador inunda la casa con lo que le pido, y cuando estoy sola, bailo con Gardel, con Strauss, con Machín, bailo contigo, y giro y giro, y si voy corriendo al espejo, me miro y te miro, tus ojos ahora son ...los míos.

viernes, 19 de febrero de 2016

Ladrones

Hacía más de una hora que la señora Trini se había levantado, ya tenía puesta al fuego la olla expres con las judías pintas que tanto le gustaban, aunque después procuraba no reunirse con nadie, ya que su tránsito digestivo se empeñaba en provocar un coro nada agradable tanto para el oído como para el olfato.
Vestida con decencia cristiana, peinada y decorada con sus aretes de oro que hacía lustros no se separaban de sus colgantes orejas, animaba su cara lánguida y plisada por las arrugas ( más que una falda escocesa ), con un toque de colorete. Terminó su café con leche y se dirigió al espejo del cuarto de baño, para pintar de rojo pasión sus marchitos labios.

Miércoles, uno de Junio. Día de cobro, ella como muchos otros jubilados, tenía la costumbre de acudir el primero de cada mes al banco, retirando todo el dinero de su pensión, prefería tenerlo en casa, siempre decía que se no fiaba, no fuera a venir también a España un corralito.
Llevaba un buen rato controlando la oficina desde la ventana de su comedor, no le gustaba ir la primera, pues sabía que la caja fuerte tenía apertura retardada y, prefería esperar un tiempo prudencial en su casa, viendo el ir y venir de la gente. Cuando calculaba que ya tenían efectivo, bajaba presurosa por su dinero.

La señora Trini, a pesar de sus setenta y tres años, aún conserva una silueta esbelta, alta y de pechos generosos, sigue atrayendo las miradas de algún que otro jubilado, ansioso de hincarle el diente, pero ella, viuda desde hace mucho, respeta la memoria de su Segundo, que así se llamaba su primer y único marido, mas por no hundirse en la desolación y la tristeza, varias veces a la semana recibe la visita de su amigo Paco, - su querido - como dicen en el barrio las malas lenguas.

Ágil para su edad, y con paso firme atravesó la calle entrando en el banco.
- Buenos días.
- Buenos días, - le respondieron -, - le sorprendió las pocas personas allí reunidas, unos cuatro aproximadamente, además de los tres empleados. La atendieron la primera, el resto de los clientes esperaban para hablar con el director.
- ¿ Como siempre señora Trini ? - preguntó el cajero -.
- Si, Fermín hijo, como siempre en billetitos de mil y, me das algunos más pequeños para no tener que cambiar.
- Tenga, veinte mil pesetas, cuéntelo, aquí le dejo un sobre para que guarde los billetes.
Y en eso estaba ocupada, contando su pensión, cuando de pronto...

- ¡ Quieto todo el mundo, que no se mueva nadie, venga , todos al suelo !.

¡ Qué sobresalto ! la voz medio rota de aquel hombre, había estremecido a todos los presentes, pero al girarse, vio que en realidad eran dos encapuchados los que allí había, apuntándolos con sus pistolas.

- ! Al suelo ¡ todo el mundo al suelo, ¡ coño !

Y la señora Trini, pensó que esa frase o algo parecido ya la había escuchado con anterioridad, ¿ donde fue ? ¿ donde ?. - ¡ Ah !, si, en el congreso de los diputados, cuando el golpe de estado, claro que en aquella ocasión no eran capuchas lo que cubrían sus cabezas si no tricornios.
Con esos pensamientos estaba, cuando sintió que su vecino le presionaba suavemente el brazo, indicándole que debía estirarse en el suelo, y así lo hizo, mientras introducía el sobre con el dinero entre sus grandes senos, capaz de esconder a buen recaudo más de lo que entraba en su bolso.

Uno de los asaltantes vio su gesto desosegado, y le gritó conteniendo la risa :

- Señora, deje de esconderse el dinero entre las tetas, no venimos a robarle a usted su pensión, si no al banco, ya es hora de que seamos otros los ladrones.

El segundo encapuchado, ya había metido todo el dinero en una bolsa, y enseñando a los allí presentes las pistolas, dio claras instrucciones de que permanecieran boca abajo y en silencio un buen rato.
Salieron los dos hombres del banco, al girar la esquina se quitaron las capuchas, una calle más abajo, les esperaba el coche con el que emprenderían la huida.

- Arranca Manolo, ¡ joder !, te dijimos que no parases el motor.
- Tranquilos, esto está hecho.
( gre gre gre ), el destartalado simca mil, se negaba a arrancar, el desespero, empezaba a apoderarse de los aficionados a ladrones.
- ¡ Mierda de coche !, - rugió Amancio, propinándole una patada a una de las ruedas y gritando de dolor - . ¡ Ayy ! , ¡ mierda de artrosis !
- A quien se le ocurre, hombre, la culpa es de la batería que falla, deja de darle patadas a las ruedas.
- ¿  Se puede saber por que quitaste el contacto ?, - casi gritó Esteban,( el más joven de los tres ).
- No pasa nada chicos, es cuesta abajo, un empujoncito y arranca seguro.

Mientras Manolo permanecía sentado al volante, los otros dos hombres empezaron a empujar el coche, afortunadamente, la pendiente hizo el resto, y el viejo motor empezó a rugir.

Durante las maniobras que los tres delincuentes llevaban a cabo en mitad de la avenida, un coche policial pasó rápidamente alertando a todo el barrio con el ruido de sus sirenas, los tres hombres lo vieron alejarse en dirección al banco, era lógico que la policía no reparase en semejante reliquia y en tres ancianos que se dejaban las lumbares en el esfuerzo de ponerlo en marcha.

Mientras, en el banco el director intentaba tranquilizar a los clientes, rogándoles se quedarán hasta la llegada de la policía.
Tras más de una hora de preguntas, todos se fueron hacia sus respectivos quehaceres.
La señora Trini, cruzó la calle sin apartar las manos de su pecho, no se le fuese a escapar algo, y durante las siguientes semanas, relató una y otra vez su aventura siempre que surgía la ocasión.

En cuanto a los tres peligrosos delincuentes, cuando por fin consiguieron llegar a sus casas y contar el dinero, vieron que no era suficiente para salir de pobres, a lo sumo para cambiar la batería, hacerle una puesta a punto al viejo coche y poco más.

- Ya veréis la próxima vez, - reía Manolo, enseñando en cada risotada sus desnudas encías-, con esta batería, no tendremos problemas de arranque.
- Calla y comete la paella, al menos nos ha dado para comprar langostinos, pero...ya no habrá una más, no resulta fácil burlar a los cuidadores del geriátrico, y aún peor quitarle las pistolas de juguetes a mis nietos.
- ¡ Ja !, pero fue divertido.
- Si, eso si, fue divertido, - y rieron los tres a un tiempo-.












sábado, 13 de febrero de 2016

A la salida del metro

Su boca era de agua, cálida, dulce, y me atrapó por sorpresa sin dar lugar a la huida, con su escrutadora mirada tan cerca que resultaba imposible enfocárla, sus brazos como hiedra rodeando mi cuerpo, y mis palabras, ahogadas, mudas. El momento, eterno, y mi expresión perpleja,- eso seguramente hubiera pensado de haberla visto -.

Inesperado y repentino como una ráfaga de aire, mientras subíamos las escaleras para salir del metro.
¡ Eterno !, se me hizo eterno, creí desfallecer entre sus brazos, - no de emoción -, mas bien de asfixia, con la nariz tapada por el resfriado, y mi boca cubierta por la suya.
Por fín. la reacción instintiva por seguir viviendo, ya que se me empezaba a nublar la vista por falta de oxígeno, un empujón, una bocanada de aire, y el fín de la escalera.

En la calle, la lluvia abofeteó mi cara, - me hubiera gustado hacerle lo mismo -, abrí el paraguas y le miré, allí estaba él, con el flequillo mojado, y el agua resbalando por su frente, con esa expresión estúpida en la cara, y sus manazas juntas, suplicantes. No le dije nada, - creo que no hizo falta -,mi mirada de asco, hablaba por si misma.

- Cariño, vine a buscarte por si no tenías paraguas...

Tere, mi mujer, había venido a mi encuentro, - loca de amor me tiene -.

- Hola amor, que sorpresa, y - la enlacé por la cintura, mientras nos dábamos un beso -.

- Hasta mañana Luis, nos vemos en la oficina, - le dije esbozando una irónica sonrisa.

Y él, se quedó allí pasmado y empapándose como un idiota, a la salida del metro.

sábado, 6 de febrero de 2016

Regalo de cumpleaños

Siempre quise tener una bicicleta, ¿ a que niño no le gustan ?. Desde los siete años pedía una para mi cumpleaños, o para reyes, pero nunca llegaba.
Ya a punto de cumplir los quince, y casi pensando mas en una moto - que sabia no me iban a comprar - , seguí insistiendo con la bicicleta.
Llegó el gran día, siempre caían buenos regalos, tarta y la celebración con mis amigos.
Mis padres con sonrisa de complicidad, y yo mirando de reojo hacia todas partes, intentando descubrir algún paquete escondido, pero parecían tenerlo a buen recaudo.

- Abre la puerta, - dijo mi madre con mal disimulada risita -.
Me dirigí hacia donde me indicaba nerviosa, ¿estaba allí mi regalo?, y al abrirla..., si allí estaba, recién sacada de la tienda, lista para pedalear.

- ¿Te gusta cariño?, ¿te gusta?, verdad que es bonita, - preguntaba mi madre  con los ojos brillantes -.

No podía verme la cara, pero seguro que mis ojos hablaban todo lo que mi boca medio desencajada no podía, y es que la visión de aquella bicicleta, me dejó totalmente paralizada, de tal forma que incluso después de casi cuarenta años, lo recuerdo y sigo viendo ante mi , el manillar plateado con sus remates en rojo, su sillín granate, sus pedales, y la cara de felicidad de mis padres, halagando sus cualidades y lo cara que les había costado, sigo recordando mis palabras de agradecimiento, y como no mi risa nerviosa cuando vi aquella bicicleta en la puerta de mi casa, tampoco puedo olvidar la única frase que salió de mi boca, ya que incluso mi lengua debió quedarse medio congelada, y solo pude decir :
- Si, es una bicicleta muy bonita, pero esta , no se mueve del sitio, - y la contestación de mi madre -.
- Mira cariño, la pones delante de tu ventana, y mientras pedaleas ves pasar a la gente.

Y yo allí, dando las gracias como una idiota, con una rabia y unas ganas de mandar a paseo a todos que ni te cuento, pero claro, me habían enseñado desde pequeñita a agradecer todos los regalos, y así lo hice.

- Gracias papá, gracias mamá, me encanta, me irá genial para hacer ejercicio, y...- me fue genial, a mi y, a la mitad de los abuelos del edifício, que de vez en cuando, iban a mi casa a ejercitar sus maltrechas rodillas.
Como me hubiera gustado decir el dia de mi decimoquinto cumpleaños lo que realmente sentía, y por dónde podían meterse aquella " mierda de bicicleta estática ".