Su boca era de agua, cálida, dulce, y me atrapó por sorpresa sin dar lugar a la huida, con su escrutadora mirada tan cerca que resultaba imposible enfocárla, sus brazos como hiedra rodeando mi cuerpo, y mis palabras, ahogadas, mudas. El momento, eterno, y mi expresión perpleja,- eso seguramente hubiera pensado de haberla visto -.
Inesperado y repentino como una ráfaga de aire, mientras subíamos las escaleras para salir del metro.
¡ Eterno !, se me hizo eterno, creí desfallecer entre sus brazos, - no de emoción -, mas bien de asfixia, con la nariz tapada por el resfriado, y mi boca cubierta por la suya.
Por fín. la reacción instintiva por seguir viviendo, ya que se me empezaba a nublar la vista por falta de oxígeno, un empujón, una bocanada de aire, y el fín de la escalera.
En la calle, la lluvia abofeteó mi cara, - me hubiera gustado hacerle lo mismo -, abrí el paraguas y le miré, allí estaba él, con el flequillo mojado, y el agua resbalando por su frente, con esa expresión estúpida en la cara, y sus manazas juntas, suplicantes. No le dije nada, - creo que no hizo falta -,mi mirada de asco, hablaba por si misma.
- Cariño, vine a buscarte por si no tenías paraguas...
Tere, mi mujer, había venido a mi encuentro, - loca de amor me tiene -.
- Hola amor, que sorpresa, y - la enlacé por la cintura, mientras nos dábamos un beso -.
- Hasta mañana Luis, nos vemos en la oficina, - le dije esbozando una irónica sonrisa.
Y él, se quedó allí pasmado y empapándose como un idiota, a la salida del metro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario