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viernes, 24 de febrero de 2017

Besos












Mis besos al viento
no son locura,
ni desperdicio,
los lanzo al aire
con la esperanza
de que enraicen
en una nube,
y esta te llueva encima
empapándote
hasta
el alma.





viernes, 17 de febrero de 2017

Solo quiere jugar



El solo quiere jugar, (es tan tierno), me mira con su pupila cambiante, en silencio, altivo y dulce a un tiempo. Ha llegado sin previo aviso, desordenando mi desorden habitual, arañando mi alma desierta, provocando el insomnio creciente de mi soledad.
El solo quiere jugar, y yo renazco dentro de mi piel, atolondrada, perdiéndome en sus piruetas imposibles, sangrando con sus caricias salvajes.
Aunque no lo oiga, se que me habla en su silencio, nos observamos mutuamente, nuestros secretos gritan muy quedo, escapándose, en un ronroneo mimoso, y el muy descarado, pasea su nariz por mi cuello.
Se que está detrás de mi, calibrando su salto para sorprenderme.
Intento centrarme en mis letras, que se desparraman por el escritorio lloviendo sonrisas.
Ahora se le antoja jugar con mi trenza, revuelve mi cabello, parece sonreírme en su labor, e intenta comerse la goma que me peinaba, paro el juego intentando poner orden en mi cabeza enmarañada, y me mira como pidiéndome dejar los formalismos, me rodea posándose en mi espalda, distrayéndome con sus saltos.
El solo quiere jugar, y a mi me encanta perder el tiempo mirándolo, recuperando los años dormidos tras la mirada brillante que se refleja en su pupila.








domingo, 12 de febrero de 2017

Nanas












Sigo cantando nanas a la luna,
sé que me escuchas en el rumor del viento
y no es la lluvia quien te moja.
Deshago la agonía de mi alma en un abrazo,
pintando la tristeza con sonrisas,
ya no estás...,
y el hueco que has dejado es tan grande
que quisiera huir a un desierto
y dormir eternamente entre las dunas,
esperando despertar con tu sonrisa,
con tu correr ligero,
y tu mirada perdida en la fantasía del niño
que me dio la vida.







sábado, 4 de febrero de 2017

Mi vida


"Siento frío, hiriente, lacerante, como mil agujas clavadas en mis manos, un hielo que solo la mañana y su sonrisa disipa.

Ella, invariablemente, empieza acariciando mi cabeza, mi cara, mis hombros, mis brazos, y sus dedos diestros resbalan por mi pecho. Mi torso desnudo siente hambre de la calidez de sus manos, que suavemente bajan por mis caderas, siguiendo hasta mi sexo, mientras arrulla mis oídos con su voz alegre y cantarina, finalmente posa un beso que mi frente ansia. Sale de la habitación y el sol se va con ella, nuevamente se pueblan de grises las paredes frías, que sin su presencia no hay calefacción que temple.

Cuando el gris ya es solo negro, y la ausencia de luz trae el silencio, cierro los ojos y pienso: quizás sería mejor cerrarlos para siempre, si, quizás sería mejor el sueño eterno.

Pero otra vez recuerdo su aliento dulce, su cálida sonrisa, sus manos amorosas, y cerrando una noche más mis ojos, sueño con ella, la veo... caminando de mi mano, mojándonos los pies en la playa, mis brazos rodeándola y mis labios acariciando sus mejillas.

Ya es de día, nuevamente su presencia fulmina la niebla inherente de este cuarto, pero hoy, su sonrisa exhala un halo triste que percibo preocupado. Se pasea nuevamente por mi cuerpo..., si supiera el efecto que provoca en este ser medio muerto. Me besa en la frente y las mejillas, y con voz risueña,
ocultando la tristeza, se despide de mí, con la promesa de traerme la luz en cuanto pueda. Y se fue, yo sé que para siempre.

El día se ha juntado con la noche, las mañanas no brillan, se llevó los colores y mi vida. En su lugar una mujer, cara larga, aunque amable, con palabras aprendidas, me da los buenos días, e igual que ella recorre mi cuerpo, y yo cierro los ojos por no verla.

Cierro mis ojos en la noche y en el día, no quiero abrirlos, los párpados me pesan, mi vida estática me asquea. Se fue, y con ella marcharon mis sueños de paseos por la playa y volaron los besos en su cara.

Oigo llorar a mi madre, mi padre la consuela.

Mientras, el médico no entiende como mis latidos se alejan de este cuerpo anclado en la cama desde hace tanto. Mi pecho, falto de sus caricias, se niega a respirar; mis ojos, hastiados de grises y de negros, se han cerrado; mi corazón echa de menos a sus manos, y yo... me sumo en este sueño ansiado, paseando por la playa cogido de su mano, besándola en los labios. La abrazo y el amor me inunda, llevándose la herida lacerante, las mil agujas clavadas en mi cuerpo. Ya no hay grises, un soplo cálido dibuja mi sonrisa.

- Ya no está, ya descansa tranquilo.

El médico se marcha, y mis padres me miran.

Mi madre llora, mi padre... la consuela".




        T.B.L.