Buscar este blog

jueves, 13 de agosto de 2015

Reencuentro



El silencio era total, una extraña calma invadía todo, era como si el mundo entero se hubiese puesto de acuerdo para dormir, para callar o como cuando en un teatro nadie se atreve ni a toser, tal es la atención que prestan a la obra. ¿Y si la vida solo es eso, una obra de teatro y nosotros los actores? Pero en aquel momento yo mas bien era espectadora. Ante mi desfilaban figuras del pasado, personas queridas que hacia mucho que se habían marchado y entre ellas estabas tu. 

Busque tu mirada insistentemente pero no te inmutabas, quería tocarte pero mis brazos no llegaban hasta ti. Te seguí por el salón de la casa hasta llegar a la cocina, una vez allí entraste en la despensa. Era una pequeña y oscura habitación, por un momento pensé que ibas a mirarme pero solo fue una ligera inclinación de tu cabeza que parecía indicarme que te siguiera, pero… a donde.

De repente atravesaste la pared, no podía creerlo, aun así te seguí. Ya no estábamos en la casa, habíamos pasado a un receptáculo pequeño, plateado y luminoso. Te tenia a menos de un metro de distancia y aun así no conseguía tocarte, era como si una coraza invisible te envolviera, como si todo el amor, la ternura, la felicidad, la pena, las risas, las lágrimas, todo estuviera concentrado en ti y algo no se bien que te rodeara por todas partes para que ese cóctel de sentimiento no se escaparan.

Sentí un ligero movimiento, ascendíamos, era como estar en un ascensor, subía, paro y se abrieron las puertas. Tu saliste andando despacio, con calma, yo quise seguirte pero no pude. Una paz increíble se apodero de mi, te fuiste alejando poco a poco, parecías flotar en un paisaje lleno de colores, el verde de la hierba tapizaba el suelo y pequeñas flores le daban vida, el cielo era claro y la temperatura ideal, como esos días de primavera mágicos que uno no quiere que acaben nunca.

Intente salir de nuevo de aquello que parecía un ascensor, pero mis pies no se movían, era como si hubiesen echado raíces en el suelo. Entonces te giraste y me miraste, no sabría explicar muy bien lo que vi en tus ojos… amor y despedida.

-Quiero ir contigo, dije.

-Aun no

-Por favor, quiero ir contigo.

-No, no es tu momento

Te adentraste en aquel paraje maravilloso, y con cada paso te confundías mas y mas, hasta fundirte totalmente en el. Ya no podía verte, pero sabia que estabas allí, en cada rayo de sol, en cada flor, en cada piedra y quizás…en mi misma.

Desperté con la certeza de que no había pasado toda la noche en mi cama. 

Cogí el metro para ir a trabajar y mientras atravesaba el largo pasillo que conducía hacia el anden, notaba tu cálida presencia. Me sentía fuerte y acompañada, nadie podía dañarme.

Los días sucesivos empecé a sentir como poco a poco te apartabas de mi, en varias ocasiones, me sorprendí a mi misma mirando hacia atrás, por ver si seguías allí, pero claro, no podía verte. A la semana, mientras caminaba por el túnel hacia el anden, volví a sentir algo pero ya no era tu presencia. Definitivamente te habías marchado, dejando algo en mi, algo que no había descubierto hasta ese momento, a mi misma.

martes, 11 de agosto de 2015

El rincón dormido


Tanteando en la oscuridad hasta conseguir dar con el interruptor que da paso a ese flash cegador, me tambaleo por la habitación, el corazón parece a punto de escapar del pecho. La respiración agitada y mareante hasta que descubro que todo ha sido un sueño, ¿o no?

Agudizo el oído y recorro la casa, ¿Dónde se han metido?, hace un momento esta soledad estaba desbordada de vida, de voces, risas e incluso gritos. Ahora el silencio parece denso y al mismo tiempo lleno de zumbidos que se que solo yo oigo. Dentro de el puedo escuchar historias, historias que se repinten continuamente, otras nuevas y frescas, paisajes y caras que hacen que el tiempo corra sin pausa.

Suena el despertador y empiezan las prisas, el tiempo corre veloz y así el resto del día, la rutina, el cansancio, las risas, la vida…

Poco a poco la casa se va poblando de sombras, el día ha pasado y se que cuando repose la cabeza en la almohada, conseguiré llegar al rincón dormido y nuevamente volveré a encontrarme en medio de otras vidas, formando parte de un paisaje desconocido y sugerente, donde todo es posible, donde la muerte y la vida pueden vivir en armonía, donde puedes volar sin alas. Solo allí, solo en ese rincón tienes la oportunidad de ser tu mismo.