Caricia en la mirada, deseos en la piel.
Sabor a Coca-Cola en los labios, y un brillo en la pupila recordando mil años atrás.
Ya no somos niños, nuestros cuerpos son más torpes, y tú tienes menos pelo, pero cuando nuestras miradas se emborronan con el vaho de nuestros suspiros, se que en ese momento los años no han pasado. La nata sigue siendo nuestro postre favorito, los cacahuetes pelados para el cine.
Caminamos, damos grandes paseos con el ansia irrefrenable de llenarnos de vida, ansiamos atesorar miradas a otros mundos, mezclarnos en los colores del arco iris.
Si nos hundimos en la rutina, la nuestra se torna aventura.
Montar en el metro, es una odisea, y es que los vagones se empeñan en ir al revés, la luna tarda en maquillarse, y el sol se espabila lamiendo el cuerpo de los bañistas tumbados en la playa.
Procuramos no decir adiós, y nuestras miradas se alejan, intentando revivir en cada paso hacia la realidad, este capricho del destino.