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domingo, 10 de junio de 2018

Sueños


He soñado que corría, y hasta la respiración era como un mediodía ardiente de verano.

La memoria a veces juega a engañar (debe ser que se aburre), se cansa de sentirse tan viva, y autoconvencerse a sí misma de que el dolor es el carnet de identidad de una existencia.

Me gustan esos sueños donde mi piel se disfraza de Indiana Jones, los precipicios son toboganes hacia piscinas climatizadas, y los remolinos de agua son jacuzzis.
Donde los años solo son números garabateados en un papel, y los calendarios laborales hojas de ruta hacia nuevas aventuras.

Diríase al despertar de una de esas andanzas nocturnas (gratuitas para el bolsillo, no para el ánimo), que las horas han cobrado un nuevo sentido, la vida ya no duele, y la mañana se ha desperezado lentamente en la copa de los árboles.

La cafetera italiana silba expandiendo olor a café, la tostadora broncea el pan de molde, y un cajón te ofrece una quimera nueva, que según el prospecto, durante unas horas, hará que seas quien quieras ser.








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