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sábado, 19 de diciembre de 2015

Ojeras

Esas dos viejas resecas del cuarto B tan hipócritas, siempre me miran de reojo y murmuran, - creo que no han conocido varón -.

Hoy ha hecho un bonito día soleado y con una ligera brisa, que ya no puede despeinarme aunque lo intente,- no queda pelo para alborotar -. Paseaba por la avenida mirando escaparates, todo por matar el tiempo, y discretamente me recreaba la vista con alguna que otra mujer, paré delante de una relojería- como me han gustado siempre los relojes -, al mirar mas detenidamente, vi mi propio reflejo, pelón, encorvado, arrugado...-se me quitaron las ganas de paseo-, di media vuelta y me encaminé a la panadería.

- Buenos días.
- Buenos días, - murmuraron a coro tres mujeres allí reunidas, y sus indiscretas miradas parecieron fulminarme-.
Enrique, el panadero me dirigió una sonrisa pícara detrás del mostrador, y tras despedir a las tres mujeres, que salieron a paso ligero del local, nos quedamos a solas.

-¿ Lo de siempre Ramón ?
- Si lo de siempre - contesté -
- Parece que no duerme bien últimamente ¿no? - dijo señalando mis ojeras -
- Bueno, a mi edad eso va a días, cóbrate, y le extendí los sesenta céntimos.
- Cuídese Ramón.
Y nuevamente esbozó esa sonrisa pícara de estar a la vuelta de todo.

Se me pasó el día con la rutina de siempre, y a las nueve de la noche llegó Pepe, mi hijo.

- ¿ Has cenado ?, te he traído un caldo, tienes que cuidarte mas papá, ya no eres un niño, si quieres puedo quedarme a dormir para hacerte compañía, mira que ojeras tienes, ¿ desde cuando no te haces una analítica ?.

Quiero a mi hijo mas que a mi mismo, pero esa actitud suya tan desmesuradamente paternalista me pone de los nervios, no entiendo a que viene tanta preocupación.

Después de marcharse Pepe, estuve leyendo un poco, a las once decidí atontarme un rato delante del televisor, sentado en mi fantástico sofá, de esos que tienen para reposar los pies, y allí con el mando en la mano, empecé a cambiar de canal, buscando algun programa decente, nada ni caso, un cotilleo tras otro.

Hasta que sin avisar, llegó ella, acarició mis parpados con sus labios, posó un beso suave y sugerente en los mios, y unos tiernos y excitantes mordisquitos en los lóbulos de las orejas. Hundí mi cara en el hueco que se forma entre su cuello y su hombro, inspirando su perfume, recorriendo sin prisa cada centímetro de su piel, enlazando nuestros cuerpos como antaño, liberando sus redondas formas de la ropa, formando un coro de gemidos que se extendían por toda la casa cada vez mas altos, casi como gritos totalmente descontrolados, y ese balanceo que parecía querer tirarme al suelo, como si estuviese sucumbiendo a las acometidas de un terremoto. Mi cuerpo emanaba agua, empapando el pijama, y repentinamente abrí los ojos, aún tenia el mando del televisor en la mano, los gemidos resonaban por todo el piso, bajé el volumen ensordecedor y miré la pantalla, entendí la procedencia de los gritos, y cambié de canal, - nunca me gustaron las películas porno -, después de lavarme los dientes y cambiarme hasta de calzoncillos, me quedé profundamente dormido.

Las ocho de la mañana, hoy también hace un día soleado.

- Buenos días.
- Buenos días.

Y otra vez la mirada desaprobadora de las viejas resecas, y en la panadería la risita contenida de Enrique, y esas cotillas mirando de reojo. Otro día mas, y mis ojeras cada vez mas profundas.


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