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sábado, 9 de enero de 2016

Las capas de la cebolla





La percepción que uno tiene de si mismo, dista mucho de la que tienen los demás.

Nunca entendí por que mi madre me miraba aveces con perplejidad e incluso se le escapaban las lágrimas, cuando estábamos a solas se esforzaba por sonreirme y me acariciaba dulcemente la cabeza, en ocasiones cuando estaba acompañada con mi tía o alguna de sus amigas, se le escapaba algún suspiro, era entonces cuando yo no entendía la reacción de sus acompañantes, siempre ante uno de sus ruiditos, alguien le ponía la mano por encima o le daban un ligero golpecito en el brazo y le decían:
- Animo mujer, lo estás haciendo muy bien, es un angelito, da gracias a Dios por esta bendición.
Si, decia mi madre resignada con los ojos llorosos.

Siempre había alguien en casa, no recuerdo haber estado solo nunca, y esto me fue incomodando a medida que yo crecía.

- Buenos días Daniel, ¿ como estás hoy ?, mira te voy a enseñar unos dibujos y tu has de decirme que te parecen, empecemos por este, ¿ que ves en el ?.

Y lo mismo otra vez, aquella mujer que venia a casa de vez en cuando, me exasperaba, era una mentirosa, se empeñaba en mostrarme unas cartulinas manchadas de tinta, y pretendía que le dijera que sus dibujos eran bonitos, - pero ...si eran una mierda -, que descaro tenía.

Un día a media tarde, estaba yo muy ocupado construyendo un barco, despues queria montar un puerto para anclarlo, justo en el mejor momento, sonó el timbre de la puerta.

- Buenas tardes Luisa,¿ como está Daniel hoy ?.
- Ahí está tranquilo, aunque no hay forma de quitarle los cigarrillos, se me cayó un paquete al suelo y el los cogió, lleva todo el día entretenido con ellos, los saca los amontona y no hay forma de quitarlos.
- Bueno, vamos a ver, hola Dani, ¿ que haces con los cigarrillos ?, sabes que son de mamá, deberías devolvérselos, venga vamos a meterlos en la cajita.

Esa descarada metomentodo, intentaba romper mi barco,- ¿ como se atreve la muy zorra ?, y yo, defendí lo mio, le di un fuerte mordisco en la mano, aulló como un lobo y después empezó a gritar como una rata, eso me hizo mucha gracia y no podía parar de reir. En cambio mi madre parecía asustada, temblaba lloraba y miraba la mano de la mujer de las cartulinas, a mí me resultaba cada vez mas divertido, su mano se empezó a teñir de rojo, y todo lo que tocaba se convertía mágicamente del mismo color, así que de un salto me acerqué a ella, y antes de que pudiera apartarse, le mordí en la otra mano, entonces aún fue mas divertido, yo apretaba fuerte mis dientes sin soltarla, y ella empezó a dar vueltas a mi alrededor, y mi madre con ella, y los tres a un tiempo girábamos por la habitación,- fue fantástico - , solo faltaba la música, danzábamos sin parar, hasta que de pronto sentí un pinchazo en mi brazo izquierdo, mi padre había llegado sin que yo me diera cuenta, y paró el baile, empecé a sentirme mareado y no tuve mas remedio que soltar a mi presa, y sentarme en el suelo, miré mi barco y este se convirtió en cigarrillos, miré la alfombra, y estaba teñida de rojo con dibujos parecidos a los de las cartulinas.

Cuando desperté, todo estaba en silencio, mi padre dormía en la cama que hay junto a la mía, y yo tenía la boca tan seca que no conseguía chasquear la lengua por mas que lo intentaba.

Me levanté despacito, sin hacer ruido y fui al lavabo a hacer pis, despues me puse a beber agua, al levantar la cabeza, vi mi reflejo en el espejo,- si, yo era alguien muy especial, muy hermoso, como decía mi abuela -, mi cabeza era como una gran cebolla cubierta con muchas capas, seguramente para estar abrigadito, mi pelo rojo también se asemejaba a la piel de ellas. Podía destapar a mi antojo capa por capa hasta llegar al interior, solo yo sabía hacerlo, los demás no tenían ni idea, y cuando lo hacía, dentro del todo, veía a una personita pequeña e insignificante, parecida a mis padres y a sus amigos, parecida a la señora de las cartulinas, y esto no me gustaba, así pues volvía a poner todas las capas a la cebolla y hacía ver que no se podían quitar, no fuese yo a convertirme en un aburrido como el resto.


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